Cuando tenía cuatro o cinco años y estaba en infantil los compañeros de primaria me decían que su curso era muy difícil y que allí ya no podías jugar todo el tiempo.
Luego llegué a primaria y me di cuenta de que aquello no era para tanto.
Entonces los compañeros que estaban en el instituto me metían miedo diciendo que allí todo era muy duro y que no podías hacer no sé cuántas cosas y que debías hacer otras tantas.
Luego entré al instituto y me di cuenta de que aquello no era para tanto.
Allí estaban los compañeros de cursos superiores para decir que mi curso era fácil, que disfrutase lo que pudiese, porque ellos desearían volver y que lo suyo era muy difícil.
Luego llegué a esos cursos y me di cuenta de que aquello no era para tanto.
Ahora los adultos me dicen que el mundo laboral es muy duro, que ojalá ellos pudieran volver a sus años de estudio y que aproveche, que luego es peor.
Pues no me lo creo. Ya no me engañan más.