viernes, 31 de julio de 2009

C4 Agua. D1 Tocado. D2 Hundido.
Tengo mucho miedo.
Es de noche y estoy acurrucado en un portal. Tengo frío y, sobre todo, mucho, mucho miedo.
El hecho de que esté durmiendo en la calle no es lo que me asusta, tampoco estar lejos de mi casa, ni que tengo diez y dos o diez y tres años.
Lo que temo es lo que tengo que hacer mañana. Y que lo haré solo.Mañana me subiré a un bote y navegaré hasta España.
Ni siquiera pensar que cuando llegue allí seré rico me alivia. En realidad, sólo tardaré un día, después ya no tendré nada que temer.
¿Por qué tengo que hacerlo yo? Lo sé de sobra, pero sigo haciéndome esa pregunta. ¿Quién lo haría si no? Mi madre es mayor y apenas puede levantarse de la cama. Mi hermano grande tiene que cuidar a mi madre y, además, es sordo. Aunque oyese no podría hacerlo él, porque es mayor, y si un mayor llega a España, lo traen otra vez aquí.
Sólo quedo yo. No puedo echarme atrás ahora. Mi familia necesita algo que comer, y nos ha costado muchos años reunir el dinero que necesito para poder irme. Lo tengo escondido entre la camiseta y el pecho. Mañana tengo que entregarlo antes de subir al bote.Excepto mi hermano grande y yo, ningún hijo de mi madre ha cumplido más de seis años. Mi padre también murió. Cuando él vivía no pasábamos tanta hambre, porque cuidábamos una cabra que nos daba leche. Cambiábamos la leche que nos sobraba por arroz o patatas.Pero ahora estoy aquí, esperando. Si estuviera en mi casa tendría más fuerzas, pero aquí llevo un día sin comer nada ni dormir, y esta noche no creo que logre descansar. Me siento muy mal, débil.
Voy a intentar dormir un rato, mañana necesitaré tener algo de energía.
Me despierto con la luz del sol. Lo primero que hago es comprobar que mi dinero está en su sitio.El hombre que busca a la gente que quiere ir a España dice que el viaje dura un día. También dice que vamos en un bote muy seguro, que quién nos dirige ha hecho este viaje cientos de veces y que hemos conseguido un precio muy bueno.
Necesito agua. He esperado un montón de tiempo en una cola, pero al final la he conseguido. Es agua sucia, que sale de un pozo lleno de fango, pero es lo mejor que he podido encontrar. He tenido que robar una col. No me gusta robar. Esa col le ha costado trabajo a alguien, y yo he hecho que todo ese trabajo no le sirva de nada, pero, ¿qué voy a hacer? Es eso o morir de hambre.Pregunto a un hombre por el lugar donde nos tenemos que reunir. Él me lo indica y me dirijo hacia allí mientras como algunas hojas de col.Aquí hay mucha gente.Tenemos que entregar el dinero uno a uno y entrar en el bote. Todo lo hacemos escondidos.La gente se mueve nerviosa, aunque en silencio, porque si hacemos ruido nos pueden descubrir. Todos tienen muy mala cara, dan miedo.Ahora me toca a mí. Preparo el dinero y lo entrego. Es la cantidad más grande de dinero que he visto en toda mi vida. Nos ha costado muchos años ahorrarlo.Me subo al bote y me siento. Quiero salir de aquí y huir. Correr. Por un momento me lo planteo, pero no puedo. Mi cabeza dice levántate y vete, pero me quedo donde estoy.Ya no tengo el dinero, ya estoy dentro, en un día estaré en España, en un día seré rico.Una chica se sienta a mi lado, le hago sitito y le ayudo a acomodarse.Poco a poco la embarcación se va llenando. Estoy aterrorizado, el bote es viejo y está roto por muchos sitios. Seguramente lleva cuatro o cinco veces la carga normal.
El hombre que lo dirige no parece muy seguro de lo que hace, tiembla y no para de moverse.La embarcación se pone en marchaComienza la odisea.No sé cuánto tiempo llevamos en el bote. El silencio y la monotonía hacen el tiempo insoportable. Los minutos se vuelven horas, y las horas son eternas.He estado callado casi todo el tiempo, aunque he hablado un poco con la chica que tengo a mi lado. Creo que ella está peor que yo, a veces ni siquiera tiene fuerzas para hablar, cierra los ojos y no los abre en mucho tiempo. Yo la miro mientras, parece que está enferma. Yo sólo he comido unas hojas de col, pero ella parece no haber comido en varios días.
He contado a las personas que vamos en el bote. Somos cuatro veces diez.Padre me enseñó a contar hasta diez. Así puedes saber cuántas cosas tienes. Padre decía que es muy importante saber contar hasta diez.
El mar es siempre igual, y el sol me quema la piel.
Antes de venir tenía miedo, pero era miedo a lo desconocido. Debería haber tenido miedo al sufrimiento, al dolor. Esto es peor de lo que hubiese podido imaginar. Me duele el estómago por el hambre. No es algo nuevo, pero esta vez es mucho peor. No tengo nada para distraerme, y no puedo olvidarme del dolor. Cuanto más piensas en él, más consciente eres de que está ahí y más crece.Quiero llorar.
¿Cuándo acabará esto? Me parece que llevo aquí años, pero no cae la noche.No puedo moverme nada, Mi cuerpo me pide a gritos que me levante y camine un rato, que estire los músculos. Esto es una pesadilla, una pesadilla que no parece tener fin.La chica ha empeorado mucho. Yo le cuido, es lo único que puedo hacer, tanto por ella como por mí. Ella es la única persona con la que puedo hablar. Si no estuviese con ella, tal vez me volvería loco o algo así.
Le he dado a la chica la mitad de las hojas de col que me quedaban y yo me he comido la otra mitad. Ahora tiene un aspecto mejor, y a mí se me ha pasado la sed un poco. Se ha encariñado conmigo.
Me aterroriza pensar que puedo caerme del bote. No sé nadar, creo que muy pocos de lo que estamos aquí saben. Aunque creo que nadar no me ayudaría a nada, mires hacia donde mires solamente hay agua. La barca está dos veces más hundida en el agua de lo normal, si montasen dos personas más se iría a pique.
Empieza a caer la tarde. Eso me alegra un poco, ya que llegaremos un poco después de que caiga la noche.
Ya se ha hecho de noche. El hombre que dirige el bote ha encendido un farolillo. Está nervioso, supongo que es porque nos rodea una oscuridad que asusta.
El calor ha cesado, es un alivio. La brisa me acaricia la cara, llevándose algunos de mis pesares, pero dejándome con otros muchos.
No duermo, pero tengo los ojos cerrados. Pienso, en mi familia, en que esta tortura valdrá la pena. Porque es una tortura.
No estoy seguro de lo que siento en las piernas, más bien no las siento. El hambre golpea mi estómago sin piedad, aunque yo intento no hacerle caso.
Por eso pienso.
La noche sigue y no llegamos. Los demás empiezan a ponerse nerviosos.
Me despierto, lo hago poco a poco. Primero solo oigo las voces, un diálogo al que no presto atención. Luego voy recuperando la conciencia. No he dormido, me he quedado inconsciente. Mi cuerpo está tan debilitado que me desmayo de vez en cuando.
Me espabilo del todo, me incorporo un poco y me sorprende el hecho de que puedo hacerlo: hay más sitio en la barca. Pregunto a un hombre que hay a mi lado por la gente que creo que falta.
Mis sospechas se confirman: seis personas no han aguantado la noche, ahora los demás están tirando sus cuerpos al agua. Algunos protestan, pero son muy pocos. Si dejamos los cuerpos en el bote, enfermaremos antes de llegar, además tendremos menos sitio y olerá mal.
La chica de mi lado acaba de recuperar la consciencia. Su respiración es débil e irregular. Poco a poco, va cerrando los ojos otra vez y perdiendo el sentido. Le dejo, sufrirá menos si no está despierta.
Deberíamos haber llegado ayer. El hombre que dirige la embarcación dice que tardamos más porque hemos cambiado la ruta. Dice que es más larga, pero más segura.
No sé si sabe por dónde va, el mar es igual hacia todos los lados.
Las piernas me arden, a veces me tiemblan, otras veces no las siento. Cada segundo pasa ante mí lentamente, el sol no avanza.
El estómago me duele mucho y tengo la boca pastosa. Voy a beber agua de mar, aunque me dicen que me pondré enfermo. ¿Qué quieren que haga? Si no bebo algo, seguramente muera antes de llegar.
La piel me escuece por el sol y, desde que bebo agua de mar, me salen trozos con bultos en los que se me cae la piel.

Si no llegamos pronto mi cuerpo no aguantará más. Me asusta morirme, pero el miedo es pequeño. En el fondo cada momento deseo morirme y acabar con este sufrimiento. La gente muere cada día, ¿qué más da que muera yo? Cada día veo morir de hambre o enfermedades a mucha gente en mi pueblo, ¿qué importa uno más? Solo es otra vida. Mi hermano y madre también morirían, y así también ellos dejarían de sufrir. Quiero morir, quiero ser una de esas personas que los demás tiran al mar, y que no tienen más sed, no tienen más hambre, más sufrimiento, más dolor o miedo. Uno a uno van dejando de existir, ya van diez y diez y cuatro.
El sol ya está en su punto más alto.
La chica ha despertado. Llevamos horas hablando, ella me cuenta su vida y yo le cuento la mía. Se parecen bastante.
Hablar con ella es lo único que puedo hacer para que el tiempo pase menos lento, porque por mucho que hables no consigues que pase rápido.
Nuestras voces apenas son audibles, están roncas y ásperas. No podemos más.
Ya no tengo piel sana, toda está roja en vez de marrón escuro, y se me caen trozos bastante grandes. Me escuece cuando me rozo con algo.
El estómago también es un tormento horrible. Me duele, me duele mucho. Me hace una sensación de vacío, como si estuviese hueco.
Y hablo. Me aferro a ella hablando, es lo único que me queda. Ella es lo único que me mantiene con vida, el último cable que me ata al mundo. Mi esperanza.
No quiero morir mientras ella siga viva.
Ni siquiera mi familia me importa ya. Quedan tan lejanos, tan borrosos en mi mente…
Nos damos ánimos y fuerzas durante horas, viendo cómo echan al mar cuerpos. Uno a uno. Cada cuerpo me duele, cada uno me mata un poco, cada uno podría ser yo. Veo mi futuro con cada cadáver que cae al agua y se aleja de nosotros. Me anuncian lo que me espera. No sé cuándo, pero sé que pasará.
El hombre que dirige la embarcación la ha dejado a su suerte. El bote va a la deriva. La pequeña esperanza que nos quedaba se ha hundido en la oscuridad.
Me despierto cuando ya cae la tarde, he debido de quedarme inconsciente. Lo primero que noto es que tengo espacio para mover un poco más las piernas.

Eso me alegra, pero solo por un momento. Solamente hasta que descubro de dónde procede el espacio de más.
Ella no está a mi lado.
Repentinamente me invade el pánico y una especie de escalofrío me recorre.

No está. Me horroriza que pueda pasarle algo, la quiero, no se puede ir ahora, no puede.
La busco con la mirada, pero en el fondo sé que no la voy a encontrar, al menos no como me gustaría.
Un hombre me hace una señal con la cabeza, señalando un montón de cuerpos amontonados.
No quiero mirar, no quiero encontrarla ahí.

Pero miro. Y allí está. Pálida y sin vida.
Lloro. Me desgarra la garganta, pero no noto el dolor, ni el hambre, ni la sed.

Nada. Sólo ella. Abrazo su cuerpo inerte, esperando que abra los ojos y me sonría tristemente.
Ya no quiero seguir, no vale la pena. Yo ya estoy muerto.
No llegaremos, el bote no está dirigido, y el hombre que lo guiaba forma parte del montón de cuerpos.

Lo único que me queda es esperar la muerte. No le tengo miedo, quiero morirme, ya estoy muerto. Ella ya no está. Ya nadie está.
Vamos muriendo uno a uno. Morimos por no querer morirnos de hambre. No hay escapatoria, la elección es nada o nada, dolor o dolor, muerte o muerte.
Veo cómo tiran su cuerpo al agua, como si se tratase de tierra o piedras.

Directa al olvido, sin más opción. Una vida, nada. Nadie se enterará, nadie se apenará ni hará nada. Completamente sola e insignificante.
Quedan muy pocos, y están inconscientes o casi muertos.
¿Para qué seguir? Lo que queda es una lenta agonía. Esperar la muerte.
Me levanto casi sin pensarlo y miro alrededor. Es la última visión que tendré de este mundo. Es la última visión.
Y me dejo caer, dejo que las heridas me acuchillen al contacto con la sal.
Por un momento tengo un acto reflejo e intento moverme y salir a flote, pero mi mente le puede y me dejo hundir.
Hundiendo así a mi familia, matándolos de hambre.
No importa, ellos no valen nada, al igual que tanta gente que ya ha muerto. Al igual que yo. Al igual que tanta que queda y que no tiene escapatoria.
El agua me abrasa los pulmones.
Ella.
Nada.






Valentina Martínez Moreno.


Relato ganador del primer premio en la tercera edición de los premios para estimular la práctica de la escritura en el alumnado de Castilla- La Mancha. 06/2009